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Luis Conde: «A mi mujer le regalé por Reyes una lancha. ¡Y aún no teníamos ni la mesa del comedor!»

El presidente del Salón Naútico de Barcelona nos habla de la pujante situación que vive actualmente la náutica en España

Elisa S. Fernández

El Salón Náutico de Barcelona celebrará entre los próximos 12 y 16 de octubre su sexagésima edición, y lo hará con la mayor muestra de barcos de los últimos años, en la que se acogerá 200 expositores y cerca de 700 embarcaciones, con 184 de ellas situadas directamente en el agua. Por primera vez, la exposición náutica anual ocupará tres muelles del Puerto Viejo de Barcelona: además del Moll de la Fusta y el muelle de España se añade la Marina del Puerto Viejo. Luis Conde, presidente del certamen, y de la empresa de cazatalentos Seeliger y Conde, nos habla sobre la pujante situación que vive actualmente la náutica en España.

PREGUNTA. Querría empezar la entrevista preguntando cómo ha salido de la pandemia el sector de la náutica.

RESPUESTA. Yo diría que muy fortalecido. Es, realmente, uno de los sectores que ha salido fortalecido. De hecho, el año pasado, 2021, tuvo un crecimiento del 17 %, algo muy importante: se vendieron todos los barcos presentes en el salón. La pandemia ha hecho cambiar los hábitos de vacaciones de la gente. Muchas de las personas que solían hacer un viajecito fuera de España, alojándose en hoteles multitudinarios, cambiaron de hábitos y en vez de hacer colas para el desayuno o para la comida –y por prevención sanitaria– optaron por comprarse un barquito e irse con la familia a una cala para pasar el día allí, que, además de estar muy bien, permitía que no te contagiaras. Eso fue un cambio, y la gente que siempre había tenido ilusión por tener un barco, se lo compró para pasar las vacaciones en la costa.

P. Doy fe: en mi entorno cercano hay tres personas que se han sacado el título de patrón este verano y otro más se ha comprado una motora de 30.000 euros. ¿Es un síntoma de algo?

R. Te puedo decir que esas tres personas de las que me hablas son parte de las más de 90.000 que se lo sacaron en 2021 y los cerca de 100.000 que se lo han sacado este año. Y si tú te sacas el título no es para guardarlo en la mesita de noche, sino que lo haces porque esperas navegar. Esos 100.000 no se compran el barco el primer año, pero este año se habrán matriculado hasta ahora cinco mil y pico embarcaciones. 

Esta gente que se saca el título empieza a considerar juntarse con cuatro o cinco amigos para alquilar un barquito y pasar unos días navegando. Y cuando le coges el gustillo, te compras uno de segunda mano; si le sigues cogiendo el gusto, al final te compras un barco. 

P. ¿Dónde queda ese dicho de que los barcos te dan dos grandes alegrías: una el día que te lo compras y otra el día que lo vendes…?

R. El barco es ilusión. Pero cuando tienes el barco no lo puedes usar tanto como quisieras, porque uno tiene las vacaciones que tiene, y te guardas siempre una semanita para invierno, y el resto para el verano. Pero un día llueve, otro día vas a ver a la suegra, que es su santo, otro día tienes un partido de golf… y, al final, la utilización media de una embarcación está en ocho o nueve días al año. 

Pero, bueno, como es una ilusión, compras esa ilusión aún a sabiendas de eso. El que no puede comprar la ilusión puede optar por el alquiler. Hay barcos de mil euros al día, pero también los hay de 100 o 200 euros al día. Alquilar un barco de vela puede ser más barato que alquilar un apartamento, porque caben cuatro personas perfectamente y te vas moviendo de lado a lado. Hay que dejar de verlo como un lujo. La náutica no es tan cara como, por ejemplo, el esquí. Una semana de esquí, para una familia de cuatro miembros, es mucho más cara.

En España tenemos unas 200.000 embarcaciones, que no está nada mal. Y el 90% son barcos de menos de nueve metros. Esto va en paralelo a la economía. Nosotros no somos ricos, no tenemos barcos de 20 y 30 metros. El barco de lujo no representa, en España más allá del 1 %.

«España está bien posicionada en el mundo,
pero no nos podemos comparar con Miami
o con Fort Lauderdale»

P. Teniendo eso en cuenta, ¿España en qué posición se encuentra por número de barcos?

R. No lo puedes contar así porque, por ejemplo, en los países nórdicos el barco es un vehículo de transporte: van de un punto a otro del fiordo. Y si van a cenar a tal sitio, tienen que ir en barco. La utilidad del barco allí es diferente. Lo que sí que te puedo decir es que el Salón Náutico de Barcelona, es el cuarto de Europa. El primero es Dusseldorf. ¿Por qué? Porque en Alemania es donde está el dinero. El segundo es Génova. ¿Por qué? Porque Italia es potencia en diseño de embarcaciones y tienen muchas fábricas de barcos. El tercero es Cannes. ¿Por qué? Porque Francia es un país de veleros. Y el cuarto es España: estamos bien posicionados en el mundo. Pero no nos podemos comparar con los americanos, con Miami o con Fort Lauderdale. 

P. ¿Cómo se presenta esta edición del Salón Náutico en lo que se refiere al número de expositores?

R. El número de expositores ha crecido mucho y en el número de embarcaciones hemos batido el récord de los últimos años. Esta año habrá unas 700 embarcaciones, de las cuales 500 se podrán ver en tierra y no recuerdo si 184 o 184 en el agua. Son muchísimos barcos.

Esos 700 barcos estarán en venta y yo creo que se venderá todos. Hace días que tuvimos que parar las peticiones de poner más barcos en los muelles, porque no hay sitio y hemos llegado al tope. 

P. ¿Cuántos barcos nuevos se matriculan cada año en España?

R. Este año creo que se han matriculado 4.800. Hemos superado un poquito, en los ocho primeros meses, el nivel de 2019, que fue el último año “normal”. No queremos compararlo con 2021, porque el año pasado fue muy atípico: después de la pandemia, hubo una explosión. La gente quería salir y todo el mundo se compró un barco. El mercado creció un 17 %. Pero este año creo que se quedará igual, poco más o menos, que 2019 y todas las empresas están encantadas. 

P. ¿Dónde se matriculan más embarcaciones?

R. En Baleares y en Cataluña. Baleares tiene una colonia muy importante de alemanes que, normalmente, compran en el barco en el Salón Náutico de Düsseldorf, pero lo tienen en Baleares. 

P. Lo que tengo entendido es que hay problemas para encontrar amarres…

R. Sí, esto es un problema, al que tenemos que ir a acostumbrándonos, porque en España ya no se van a hacer más puertos. Puedes lanzar una boya con ancla, pero es otro problema, porque si plantas una boya en un sitio y tocas la posidonia oceánica te multan, porque las anclas han arrasado todo lo que hay debajo. Con lo cual, yo creo que tendremos que ir a acostumbrándonos cada vez más a tener marinas secas, algo que está ya muy asimilado en Estados Unidos. En una marina seca el sol no te estropea la tapicería, las gaviotas no te ensucian el barco, la sal no corroe las superficies: sacas el barco del agua, le pegas una ducha, lo pones en un estante y el barco no sufre. 

Esto pasa igual en las carreteras. Cada vez hay más coches y no van a haber más autopistas ni más carreteras. Con lo cual, ¿qué tenemos que hacer? Lo que se está haciendo: planificar autopistas autónomas que controlen la distancia entre coche y coche, para que todos vayan a la misma velocidad, a dos metros unos de otros. Aquí tendremos que plantearnos esa solución de las marinas secas para tener más capacidad de embarcaciones.

P. En el mundo del automóvil se sigue hablando del coche eléctrico como “futuro”. ¿En qué punto se encuentra la revolución eléctrica en el terreno de la náutica?

R. En el salón va a haber barcos híbridos –de electricidad e hidrógeno– y barcos eléctricos. ¿Sabes lo que es el llaüt balear, esa barca tradicional de pesca? Pues vamos a tener uno eléctrico, sin ruido. Esto no tiene vuelta atrás: menos consumo, menos polución, menos ruido. Y embarcaciones hechas con materiales reciclables. 

P. ¿Y cuál es la tendencia futura? ¿Hacia qué tipo de embarcaciones se va?

R. Depende de la economía. Si hacemos caso a los economistas, que dicen que viene una crisis del carajo… Yo no les hago caso. Los economistas siempre te dicen, cuando las cosas van mal, que van a ir peor, y cuando van bien, que van a mejor. Pero no aciertan nunca. Este verano nos han estado metiendo un miedo horrible con respecto al otoño, y de momento no ha pasado nada. En verano hemos batido récords de hostelería en el mes de agosto. Tanto en Madrid como en Barcelona. Y septiembre se ha comportado igual. Los hoteles, además, han subido los precios en una forma escandalosa. ¿Dónde está la crisis? Hay inflación provocada por la subida del coste de la energía, y eso provoca la subida de los tipos de interés. Pero ¿a quién le afecta? A los pobres y a los que ganan 1.000 euros al mes. Ellos sí que tienen un problema. Para eso hay que buscar una solución. 

Pero la gente que tiene unos ahorrillos sí puede comprarse un barquito. No te digo de 30.000 euros. Pero hay muchos barquitos que te cuestan 3.000, 4.000 o 5.000. 

P. España hasta finales del siglo pasado tenía grandes astilleros. ¿Cómo está ahora?

R. Ahora mal. Antes había muchos, había muchos astilleros, grandes y pequeños. Y hoy quedan, básicamente, Astondoa y los de Galicia. Pero han empezado a surgir algunos nuevos. Por ejemplo, De Antonio Yachts, que empezó hace ocho o diez años y está yendo muy bien y está fabricando entre España y Polonia, con mucha imaginación y muy buena tecnología.

Aquí tenemos un problema. Aquí se inventaron el impuesto de matriculación, del 12 %, que se suma al IVA del 21 %. Este impuesto sólo existe en España. Y si tienes que competir con un astillero que esté en Marsella, aquí al lado, te cuesta un 12 % más. Si es un barco de 10.000, 1.200 más. Si es de un millón de euros, 120.000 más. La gente se lo piensa y se va a comprar a Marsella.

P. ¿Hay solución?

R. Sí: quitar el impuesto. Puedo considerar, tal vez, que se aplique a los grandes barcos grandes a motor, que son los que consumen más. ¿Pero para un barco de vela? Yo tengo un barco de vela que consume muy poco, 12 litros hora, cuando navega a motor, porque cuando navega a vela no consume nada. También tengo una lancha grande, de nueve metros, que consume 150 litros/hora. Este sí se puede considerar que contamina… Pero un barco de vela… Es algo tan absurdo que no lo entiendo. 

P. ¿De dónde le viene la afición? ¿Quizá de su padre?

R. No. Mi padre no tenía barco. Íbamos a la playa de Caldetas, a bañarnos, a nadar. Pero veía los barcos, en el horizonte, y me apetecía mucho. Me imaginaba estar en uno y buscar el fin del horizonte. Quería ir a verlo, a ver si el mar se caía, y ver qué pasaba. Casi todo lo que se veían eran patines a vela, pero había un señor que tenía una lancha, padre de un amigo mío, y yo siempre pensaba: “a ver si me saca a dar una vuelta”. Y me decía a mí mismo: “el día que tenga dinero me voy a comprar una lancha y ya verás”. 

Mi primer barco se lo compré a mi socio, Gerardo Seeliger, que era muy navegante, y regatista olímpico. Debió ser en 1970. Me dijo que quería trabajar conmigo, con la condición de que le comprase un barco, un Finn. Yo no había navegado nunca, pero él me dijo que me enseñaba y después me fui animando y he metido en la navegación a toda mi familia, que es muy numerosa. Tengo ocho hijos y siempre hemos ido a navegar en verano.

Cuando me casé, en 1974, a mi mujer le regalé por Reyes una lancha. ¡Y aún no teníamos ni la mesa del comedor, ni sillas, ni nada! Y se puso a llorar. Me dijo: “¡No te creo, me regalas por Reyes una lancha, que a mí me da lo mismo!”. Me lo ha recordado toda la vida. Esa fue la primera lanchita.

P. ¿Cuántos barcos ha tenido a lo largo de la vida?

R. Mal contados, diez o doce. Ahora tengo un barco de vela de 18 metros y una lancha de motor de nueve metros. Con la lancha voy a pescar y con el barco de vela me monto y desaparezco.

P. ¿Ha cruzado el Cabo de Hornos?

R. No, lo máximo que he hecho es cruzar el Atlántico, ir hasta Nueva York y de ahí a los Hamptons. Y el Mediterráneo entero. Pero no he ido abajo, por un problema de tiempo. 

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