En primera persona

Synchronicity

«El día que vendí el barco fue una de las sensaciones más tristes que recuerdo»

Dicen que uno de los mejores momentos de un barco es el día que lo compras y el día que también lo vendes. En mi caso no fue así, el día que vendí el barco fue una de las sensaciones más tristes que recuerdo.

Desprenderme del Olivia, el barco que había navegado durante 15 años por el Mediterráneo, un Swan 40 del 1994, diseño de German Frers, que he disfrutado cada milla recorrida, que ha visto crecer a mis hijos y ha sido complice de su pasión también por el mar y donde he pasado grandes momentos a bordo fue muy duro.

Un barco con pedigree, rápido, sólido y muy seguro, que con los años era muy consciente que reemplazarlo no iba a ser tarea fácil. Por suerte, en el Mediterráneo es donde existe una mayor oferta de barcos de vela de esloras comprendidas entre los 40 y 60 pies del mundo. Además, Mallorca, donde yo resido, es uno de los hubs más importantes del mundo en el sector náutico y por tanto un lugar idóneo para encontrar barco o para hacer cualquier tipo de refit.

Por suerte, en el Mediterráneo es donde existe
una mayor oferta de barcos de vela de esloras
comprendidas entre los 40 y 60 pies del mundo.

Llevaba años con la idea de cambiarlo por otro Swan, la idea de un 53 iba ganando fuerza después de salir a probar alguno, pero un día me encontré con un amigo también navegante y me comentó que en el Club Nautico Sa Rápita, donde tiene base su barco, había un velero que llevaba tres años en dique seco y que posiblemente se subastaría porque iba acumulando deudas con el Club y el propietario se encontraba en paradero desconocido.

A la semana siguiente fui a ver el barco con un buen amigo y enseguida vimos que pese a estar en mal estado, era un barco con muchas posibilidades. Me gustaba el nombre: Synchronicity. Tanto por su significado como por dar nombre también a un album de Police.

Investigué sobre el barco y descubrí que era un Mystic 57 diseñado por Ed Dubois, uno de los arquitectos navales más prestigiosos del mundo. La siguiente semana pude contactar con el propietario, de origen inglés, y volví dos veces a verlo y a inspeccionarlo a fondo.

Después de una larga negociación llegué a un acuerdo con el propietario y compré el barco. Sabía que no estaba comprando solamente un barco, sino también un proyecto.

Lo bueno de un proyecto como este, donde partes de una buena base, es que en cierta manera puedes restaurar el barco a tu gusto, hacer pequeñas modificaciones y actualizaciones, tanto a nivel técnico como estético. 

Compré el barco un mes de abril, y me puse manos a la obra casi el mismo día con el fin de poder empezar a disfrutar del barco ese mismo verano, aunque fuera con lo mínimo indispensable: motor funcionando, grifos de fondo revisados, timonería, jarcia, velas, sistema eléctrico, fontanería y equipos de navegación.

Pese a algún imprevisto, conseguimos nuestro objetivo de tener el barco a flote el 1 de julio y disfrutarlo ese verano.

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