En primera persona

Pau Guardans, CEO de Único Hotels, escribe para Nautik sobre sus travesías por el Mediterráneo

Siempre, ya desde pequeño, he visto el mar como algo idílico y que trasladaba calidad de vida. Mi abuelo navegaba mucho por el Adriático y por el Mediterráneo, y siempre contaba en casa historias de sus navegaciones, unas navegaciones muy interesantes, porque además se hacía acompañar por personas que le explicaban la Grecia Antigua o Egipto.

Reconozco al mar como un destino y una actividad muy ilusionante. La verdad es que nunca me había imaginado activamente, sino que lo veía como un tema lejano. ¡Pero en el año 2008 me animé! Decidí incorporar a mi vida un espacio de felicidad, un punto de encuentro familiar y de amigos. Por ello, me compré un velero en el 2009 y desde entonces hemos estado navegando. Ahí arranqué realmente la actividad, pero con una navegación de amigos, de familia, de relax, sin ningún componente deportivo ni de reto, porque eso le quitaría a mi juicio ese punto de disfrute y de ver el tiempo pasar cuando vas a los sitios, Por tanto, es una navegación muy de crucero, de disfrutar del camino y no necesariamente del destino.

El mar me aporta mucho como espacio de desconexión y encuentro con los más íntimos, con la familia, con los amigos, supone vivir a velocidad distinta las conversaciones. Ves pasar la vida a otra velocidad. Para mí, es un trozo ya de mi vida. Lo que yo le aporto al mar no lo sé, supongo que respeto, curiosidad, interés por disfrutarlo al máximo, pero con mucha humildad. Lo que sé es que el mar me aporta mucho más que yo a él, eso lo tengo seguro.

Veranos y mar

Soy de esos navegantes que disfrutan muchísimo preparando los veranos y el tiempo de navegación. Me encanta perderme en una librería de viajes que hay en Barcelona que se llama ALTAÏR y empezar a consultar libros, mapas, guías, descubrir pueblos… La navegación en seco ya la disfruto porque la visualizo, la saboreo y cuando la hago me encanta contrastar con lo que imaginé.

Una de las etapas que más he disfrutado es cuando me empeñé en hacer la primera etapa del viaje de Marco Polo. Marco Polo sale de Venecia navegando un día de madrugada y llega al atardecer, cruzando el Adriático, a un pueblo que hoy es de Croacia, pero que en su tiempo seguía siendo de la República Veneciana que es Pula. Pula es un pueblo fantástico que tiene un anfiteatro magníficamente conservado casi en la bocana del puerto. Con lo cual, cuando llegas por la tarde ves el sol caer sobre un anfiteatro romano.

Conseguí organizarlo e ir para allí y fue increíble la experiencia de salir de madrugada con el barco desde enfrente de la Plaza de San Marcos, en una Italia que todavía no había puesto restricciones, pudiendo estar con el velero que teníamos entonces con la popa en la Plaza de San Marcos e iniciar ahí la travesía. Me pareció algo tan fantástico el poder hacer ese viaje, que lo recuerdo como una de las mejores experiencias que he tenido, no tanto por el mar, sino por lo que suponía, por hacer casi literalmente la primera etapa del primer capítulo de los viajes de Marco Polo. Fue fantástico.

Como he dicho, el pensar, el leer, el preguntar a amigos que han navegado, el mirar guías es parte del disfrute no solo cuando sueltas amarras. ¡El disfrute comienza mucho antes!

Por cierto, eso sí, prefiero la vela al motor, indiscutiblemente. La vela te da un tempo completamente distinto. Convierte el propio viaje en una experiencia mágica. El motor está muy bien para llegar pronto, pero yo no tengo interés en llegar pronto, tengo interés en disfrutar del viaje. Con lo cual, la vela te da un momento muy distinto y te permite disfrutar del mar muchísimo.

Navegar te da profundidad,
te permite conocer, escuchar, leer y, al final,
todo eso te permite aprender muchísimo»

Navegar es una buena opción porque más allá de la eslora y de las capacidades de cada uno –además, en vela puedes empezar con esloras pequeñas, que no suponen un enorme esfuerzo económico–, el tener en tu vida un espacio de más calma, autenticidad y con un tiempo distinto al final te hace casi mejor persona, me atrevería a decir. Te da más profundidad, te permite conocer, escuchar, leer y, al final, todo eso te permite aprender muchísimo. El mar es el ecosistema por el que pasa todo. Es una oportunidad magnífica de crecimiento personal. Sin duda, el mar siempre te devuelve mucho más de lo que le das.

El Mediterráneo es inacabable

Solo he navegado por el Mediterráneo, sí, soy un navegante de poco recorrido, pero he disfrutado de muchos sitios. No me puedo quedar con alguno en concreto. Diría que todo tiene algo: ver volcanes en erupción en las Islas Eólicas, ir a islas griegas casi desiertas e imaginarte la Odisea o la Ilíada, irte a Croacia e imaginar que estás rehaciendo las rutas de Marco Polo… Normalmente, me gusta viajar más a sitios que tienen su historia o paisajes que son algo interesante, los puertos más concurridos… ¡El Mediterráneo es inacabable!

Ya pienso en mi próximo reto. No me quiero privar del placer de empezarlo en enero, como siempre, la fecha en la que me encierro a pensar en el próximo verano. En el último estuve en Grecia y disfruté muchísimo, me imagino que volveré a hacer algo de Grecia… Y, quizá a la vuelta, me gustaría acercarme a las islas Egadi, que hace mucho tiempo que hice… y no he vuelto.

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